La bruma de Londres tiene oculto un encuentro: una mujer corre, huye en apariencia de algo. Un hombre decide frenar su carruaje, hacerla subir, llevarla lejos de aquello de lo que escapa. Ausente de las circunstancias, alejados del secreto que la muchacha esconde, ambos se entregan a lo que la noche y sus propios cuerpos les reclaman.
A la mañana siguiente él, Tyler Collingwood, hermano del conde de Kent, percibe todo distante, nebuloso, como si solo se hubiera tratado de un sueño. Apenas algunas ausencias materiales se empeñan en constatarle que no es así.
Dos años después no puede creer que ella esté ahí, en la residencia del conde, que insiste en verlo, que dice llamarse Edmée Gordon, que se obstina en darle a conocer un hijo de ambos que tiene un parecido innegable con el padre. La desconfianza y la protección se acumulan en él, que decide saber de qué huye la muchacha y la cobija en la mansión. A partir de allí la vida de la casa dará un vuelco, y tanto Edmée como Tyler deberán confrontarse a sí mismos, vencer prejuicios y miedos para demostrarse que lo que han vivido no es solo un sueño, sino que ese sueño puede multiplicarse.
¡¡Cómo me ha gustado esta novela!!
Qué bien escrita, qué manera de fluir la trama y de engancharte desde el primer momento.
Desde el principio te sientes intrigada por descubrir que peligro es el que amenaza la vida de Edmée y eso te impulsa a seguir leyendo. Pero es que desde el momento que los protagonistas se reencuentran, las emociones, los sentimientos, son tan intensos, están tan bien plasmados que hacen que se instale en tu estómago una sensación de nervios, de anticipación.
Es de esas novelas en las que al leer me meto tanto en la historia, comparto de tal manera el sentir de los personajes, que no puedo evitar fruncir el ceño o sonreír cuando ellos lo hacen. Es una historia que se vive, que se siente.
Es una preciosa y perfecta historia de amor contada de una manera maravillosa.
¡Bravo Lola!
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