Francesca es editora y adicta al
trabajo; es la única parte de su vida que controla y que jamás la decepciona.
El resto es una acumulación de catástrofes: un novio devoto, pero tan dinámico
como un mueble; un jefe megalómano e ignorante llamado Mr. Big («No porque se
parezca al tío bueno que se casó con Carrie Bradshaw, sino porque se apellida
Bigazzi y posee un ego desmesurado»), que la esclaviza con la promesa de un
ascenso; una amiga, Paola, que tiene que vérselas con un exmarido acosador; y
una madre deprimida. Para combatir el insomnio que le produce todo esto,
Francesca hace pasteles hasta caer rendida… ¡y eso que los odia!
Siempre a merced de los delirios de
su jefe y del estado de ánimo de autores egocéntricos y narcisistas, como el
candidato al premio Strega, Leonardo Calamandrei, Francesca se enfrentará a las
pruebas más absurdas en sus intentos de averiguar cuál es la sutil frontera que
separa en el corazón el hábito, la infelicidad y la seguridad del amor más
maravilloso e imprevisible.
OPINIÓN:
Quienes
me conocen o han entrado alguna vez en el blog, saben que suelo leer, casi exclusivamente,
novela romántica, más por falta de tiempo que otra cosa. Disponer de apenas un
ratito al día para disfrutar de la lectura me hace decantarme (casi siempre) por
mi género favorito. Solo cuando los protagonistas de una novela son animales o
mi marido me regala un libro (creyendo que es romántica… nunca lo son) cambio
de palo literario.
Y
este es uno de esos casos, el segundo para ser más precisa. Me lo regaló para
mi cumpleaños, convencido de que con este título tenía que ser una novela
romántica… pero no. El caso es que aunque los compra un poco a ciegas, acierta y suelen ser novelas estupendas. En
este caso lo hizo.
Confieso que la primera mitad del libro me resultó un poco lenta,
quizá porque quería que Francesca reaccionara, que hiciera algo, que tomara las
riendas de su vida. Una vida que me daba la sensación, estaba dejando pasar sin
disfrutar de ella. Una vida monótona, acomodada, carente de emociones con la
que era evidente no estaba satisfecha… hasta que Calamandrei aparece en ella para
ponérsela patas arriba. Y para dar mucho más ritmo a la novela, que poco a poco
va adquiriendo intensidad, tanto por ese incremento en el tempo, como por los
acontecimientos.
Egocéntrico,
excéntrico, caprichoso… el famoso escritor aparece en el mejor o tal vez en el
peor momento para Francesca. Pero con él desaparecerán la rutina, el
aburrimiento, las inseguridades; la ayudará a redescubrirse a sí misma, le
infundirá una seguridad que hacía tiempo había perdido. Su
presencia, aunque absorbente, junto a otros acontecimientos, la decidirá a
tomar una decisión que llevaba demasiado tiempo retrasando.
Y
entonces es cuando la historia alcanza un ritmo frenético, cuando no dejan de
pasar cosas (unas inesperadas, otras no tanto porque, atando cabos, sospeché
que eso podría pasar), cuando todo da
un giro de 180 grados y obliga a Francesca a tomar nuevas e importantes
decisiones.
Y
el final estupendo. He pasado de la indignación más absoluta a sonreír de
alegría y hasta unas lágrimas de emoción se me escaparon, porque la última
frase es brutal. Sencilla, pero perfecta, porque es todo cuanto Francesca
ansiaba escuchar desde el principio.
Ya
he comentado que el inicio me resultó un poco lento, pero en absoluto aburrido,
porque Francesca, a pesar de lo gris de su existencia, tiene un sentido del
humor bastante sarcástico y divertido (no he mencionado que la novela está
narrada en primera persona). Por otro lado están sus reflexiones: sobre su
novio, el trabajo, los amigos, sobre su vida. Intensas, profundas, duras en ocasiones,
muy reales y cercanas. Tanto que en algunos momentos me he sentido identificada,
me ha hecho pensar y plantearme también la necesidad de un cambio en mi vida.
Esta
ha sido una de esas novelas que te llegan, que trasmiten emociones, que te
hacen empatizar con la protagonista hasta el punto de sentir cada una de sus
emociones como propia. Así que puedo decir que la he disfrutado y me ha gustado
mucho. Es una historia que merece la pena leer.