domingo, 26 de noviembre de 2017

El peso específico del amor, de Federica Bosco

Francesca es editora y adicta al trabajo; es la única parte de su vida que controla y que jamás la decepciona. El resto es una acumulación de catástrofes: un novio devoto, pero tan dinámico como un mueble; un jefe megalómano e ignorante llamado Mr. Big («No porque se parezca al tío bueno que se casó con Carrie Bradshaw, sino porque se apellida Bigazzi y posee un ego desmesurado»), que la esclaviza con la promesa de un ascenso; una amiga, Paola, que tiene que vérselas con un exmarido acosador; y una madre deprimida. Para combatir el insomnio que le produce todo esto, Francesca hace pasteles hasta caer rendida… ¡y eso que los odia!
Siempre a merced de los delirios de su jefe y del estado de ánimo de autores egocéntricos y narcisistas, como el candidato al premio Strega, Leonardo Calamandrei, Francesca se enfrentará a las pruebas más absurdas en sus intentos de averiguar cuál es la sutil frontera que separa en el corazón el hábito, la infelicidad y la seguridad del amor más maravilloso e imprevisible.

OPINIÓN:
Quienes me conocen o han entrado alguna vez en el blog, saben que suelo leer, casi exclusivamente, novela romántica, más por falta de tiempo que otra cosa. Disponer de apenas un ratito al día para disfrutar de la lectura me hace decantarme (casi siempre) por mi género favorito. Solo cuando los protagonistas de una novela son animales o mi marido me regala un libro (creyendo que es romántica… nunca lo son) cambio de palo literario.
Y este es uno de esos casos, el segundo para ser más precisa. Me lo regaló para mi cumpleaños, convencido de que con este título tenía que ser una novela romántica… pero no. El caso es que aunque los compra un poco a ciegas, acierta y suelen ser novelas estupendas. En este caso lo hizo. 

Confieso que la primera mitad del libro me resultó un poco lenta, quizá porque quería que Francesca reaccionara, que hiciera algo, que tomara las riendas de su vida. Una vida que me daba la sensación, estaba dejando pasar sin disfrutar de ella. Una vida monótona, acomodada, carente de emociones con la que era evidente no estaba satisfecha… hasta que Calamandrei aparece en ella para ponérsela patas arriba. Y para dar mucho más ritmo a la novela, que poco a poco va adquiriendo intensidad, tanto por ese incremento en el tempo, como por los acontecimientos.
Egocéntrico, excéntrico, caprichoso… el famoso escritor aparece en el mejor o tal vez en el peor momento para Francesca. Pero con él desaparecerán la rutina, el aburrimiento, las inseguridades; la ayudará a redescubrirse a sí misma, le infundirá una seguridad que hacía tiempo había perdido. Su presencia, aunque absorbente, junto a otros acontecimientos, la decidirá a tomar una decisión que llevaba demasiado tiempo retrasando.
Y entonces es cuando la historia alcanza un ritmo frenético, cuando no dejan de pasar cosas (unas inesperadas, otras no tanto porque, atando cabos, sospeché que eso podría pasar), cuando todo da un giro de 180 grados y obliga a Francesca a tomar nuevas e importantes decisiones.
Y el final estupendo. He pasado de la indignación más absoluta a sonreír de alegría y hasta unas lágrimas de emoción se me escaparon, porque la última frase es brutal. Sencilla, pero perfecta, porque es todo cuanto Francesca ansiaba escuchar desde el principio.
Ya he comentado que el inicio me resultó un poco lento, pero en absoluto aburrido, porque Francesca, a pesar de lo gris de su existencia, tiene un sentido del humor bastante sarcástico y divertido (no he mencionado que la novela está narrada en primera persona). Por otro lado están sus reflexiones: sobre su novio, el trabajo, los amigos, sobre su vida. Intensas, profundas, duras en ocasiones, muy reales y cercanas. Tanto que en algunos momentos me he sentido identificada, me ha hecho pensar y plantearme también la necesidad de un cambio en mi vida.

Esta ha sido una de esas novelas que te llegan, que trasmiten emociones, que te hacen empatizar con la protagonista hasta el punto de sentir cada una de sus emociones como propia. Así que puedo decir que la he disfrutado y me ha gustado mucho. Es una historia que merece la pena leer.

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