Para Abby nunca ha habido nadie más que Dakota, un motero con
el que sueña despierta desde que iban al parvulario, pero ahora sabe que sus
sueños nunca se harán realidad porque él no está enamorado de ella, sino de
Tess, su hermana mayor.
Prendada de un hombre que el destino ha querido convertir en
su cuñado, sintiéndose traicionada por su propia hermana y dolida con su
familia que parece haberse puesto de su parte, Abby se precipita al vacío de la
depresión, un abismo del que, haga lo haga, no consigue salir.
Cuando aquella mañana, sin saber cómo, amanece en la cama de
Evel, el mejor amigo de Dakota, Abby comprende que ya no puede caer más bajo.
Ha tocado fondo y aquello es el fin.
Pero
todo fin lleva implícito otro principio.
Este nuevo comienzo la introducirá en el fascinante mundo de
los amantes de las motos y el tuneo, donde descubrirá su
auténtico talento, y allí, entre piezas de recambio y aceite para motores,
tendrá la ocasión de conocer al verdadero Evel, un hombre afectuoso e intuitivo
cuya generosidad marcará la vida de Abby de forma definitiva.
Un hombre tan cautivador como precavido a la hora de entregar
su corazón a una mujer con quien Abby descubrirá, en circunstancias difíciles,
que tiene más cosas en común aparte de la pasión por el arte, las motos y el
chocolate...
¡Cómo me ha gustado esta historia!
De verdad que me ha parecido la caña. ¿Por qué?, os estaréis
preguntando. La respuesta es simple: Evel.
Vale, no me ha gustado sólo por el protagonista, pero os
aseguro que es de esos chicos de los que te enamoras sin remedio porque es
encantador, atento, serio, comprensivo, está que quita el sentido, tiene moto
(me pierden las motos… y los moteros), en resumen: es un amor de hombre.
Me ha gustado porque es una maravillosa historia de amor, una
de esas que se cuece a fuego muy lento, sin prisa. Porque Patricia ha sabido
marcar el ritmo adecuado para un romance que surge de manera inesperada después
de un desengaño amoroso (tremendísimo, todo sea dicho de paso), y no podría
haber sido de otra manera porque no habría resultado creíble. Pero de esta
manera sí, porque Evel no es como el resto de los tíos que se acercan a Abby,
porque muy poco a poco se va dando cuenta de que con él se siente a gusto,
relajada, los problemas no desaparecen pero se hacen a un lado cuando él está
cerca de ella…
Además, Abby ha sido todo un descubrimiento. Aún recuerdo lo
mal que me cayó en “Princesa”, lo egoísta e infantil que me pareció con su
obsesión por Dakota… Pero todo suceso tiene varias versiones y está claro que
nadie había querido escuchar la de Abby hasta ahora. Cuando tiene el corazón
destrozado y se siente traicionada por su propia hermana y ninguneada por su
familia, que tampoco comprenden la intensidad de sus sentimientos y su dolor.
Cuando su mundo se desmorona sin que ella pueda hacer nada para evitarlo, ni
tiene fuerzas para intentarlo hasta que aparece en su vida Evel, el caballero
de la brillante armadura.
Me ha encantado la forma en que todo ha ido surgiendo entre
ellos, los desplantes primeros, las bromas de más tarde, las miradas, los
silencios, la complicidad, los primeros roces, el primer beso… y sobre todo la
ternura con que él la trata. La forma en que se dan espacio y tiempo el uno al
otro. Porque ambos tiene un pasado, porque a los dos les han roto el corazón y
aún les duele.
Con una pareja tan especial, tan maravillosa y con tanta
química, se me va el santo al cielo y me estoy olvidando del resto de
personajes, que son muchos y de lo más variado. Desde una dulce anciana que
adora a su nieto, pasando por la temperamental matriarca de la familia Gibb,
una alocada amiga que siempre está cuando se la necesita, moteros, mecánicos,
un amigo calvo y lleno de tatuajes y una pareja de lujo: Dakota y Tess.
Y esto es algo que me encanta de Patricia, que no se limita a
hacer un sencillo cameo con los protas de la anterior novela, no, ellos tienen
también en esta historia sus pequeños momentos de gloria. Y mientras vas
desgranado el nuevo romance, en este caso entre Abby y Evel, conocemos de primera mano que pasa después del
“fueron felices y comieron perdices” de Dakota y Tess. Y de verdad que ha sido
estupendo, volver a disfrutar del irresistible, descarado y rebelde Dakota (sí,
vale y de su chica también jejeje), más de un suspiro se me ha escapado
mientras leía alguna escena que compartían los dos amigos. Menudo par, tan diferentes
en su forma de ser a la vez tan similares en carácter.
Pero no todo han sido alegrías y buenos momentos, lo cierto
es que la autora no se ha dejado ni una sola emoción fuera de la trama. Porque
si hay momentos en los que ha logrado arrancarme sonrisas o suspiros, también
los hubo que me pusieron nerviosa, que me angustiaron y hasta alguna lagrimilla
me hicieron soltar, porque menudo susto… y no me olvido de los sofocos, porque
madre mía, para habérselo tomado con calma, o será por eso, de qué manera han
caldeado el ambiente estos dos. Porque ya lo he dicho, la química entre ellos
es increíble y desde el primer roce ya saltaban chispas.
Tengo la sensación de que no he dicho todo lo que se podía
decir de esta novela, que me dejo cosas importantes en el tintero, pero de
todas formas la mejor manera de averiguarlo es leyéndola jejeje
Por último sólo diré una cosa: ¡Qué antojo de chocolate!
¡Madre míaaa!
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